31 de marzo de 2015

A un dios desconocido

de John Steinbeck

Opinión
La prosa de Steinbeck ha sido como una especie de revelación, y es que, aunque pueda parecer tremendamente sencilla, esconde una fluidez que ya quisieran muchos escritores para sí. En este caso concreto, me ha fascinado la manera en la que Steinbeck consigue que el paisaje se convierta no sólo en un personaje más, si no en el eje alrededor del que gira toda la novela. Casi puedes sentir en tu piel la emoción eléctrica de la tormenta a punto de descargar, la tensión de la sequía en los huesos, el miedo de los animales antes de ser sacrificados.




Fragmento
Para dar comienzo a la fiesta, Joseph hizo un ritual que le había contado el Tío Juan, algo tan antiguo y tan natural que a Joseph le resultaba familiar. Cogió un vaso de aluminio de la mesa y se dirigió al barril de vino. Lo llenó de vino, cantarín y burbujeante. Entonces levantó el vaso a la altura de los ojos y derramó el vino en la tierra. Otra vez volvió a llenar el vaso, pero esta vez se lo bebió, en cuatro sedientos tragos. El Padre Angelo sacudió la cabeza y sonrió, por la forma tan elegante en que se había llegado a cabo. Una vez terminada la ceremonia, Joseph se acercó al árbol y vertió un poco de vino en la corteza. Oyó la voz amable del sacerdote a su lado:- Eso no está bien, hijo mío.Joseph se giró inmediatamente.- ¿Qué quiere decir? Había una mosca en el vino.Pero el Padre Angelo sonrió comprensivo y algo triste.- Tenga cuidado con los bosques, hijo mío. Jesús es mejor salvador que Hamadríade.

Hamadríade




¿Qué es una hamadríade?
Es una ninfa de los árboles.
El padre Ángelo dice que Jesús es mejor que Hamadríade (el espíritu del árbol)
Joseph cree que en el árbol lindero a su nueva casa, mora el espíritu de su padre con quien lo unía una buena relación.

Imagen: Hamadriade, por Émile Bin 




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